Voy por ti || Barbara.

La vida era demasiado complicada para cualquiera... sí para cualquiera menos para mi, tendría que admitir que soy una persona un tanto pretenciosa, me gusta el lujo y la vida que llevo me los da. Sonreí mientras estaba en avión que me llevaba a río de Janeiro ¿qué para que iba? Sencillo, una linda chimbita me esperaba lista para follar. Alejo tenía ya tiempo diciendonos que contrataramos una prepago, que eso de estar conquistando mujercitas para una sola noche era aburrido y adempas quitaba tiempo, era cierto. Yo aún no me quería casar, pero de la única forma que liberaba mi estrés era follando. Una prepago. Beah me había mostrado el catálogo, era bonita delgada y morena, yo no prometía mucho solo sexo, y para eso eran ellas para tener sexo.

El avión llego directo a a hotel en Rio, di el ultimo trago del whisky y me baje de este, saludé a Beah, y después de una platica me pasó a la pisicina donde se encontraba la chica. Sorpresa que me llevé, sí en persona era más guapa, pero estaba desnuda y ahora por lo que sea era mía. — Te vistes rápido y te sales de ese pisicina y no te quiero ver desnudad otra vez al menos que sea en habitación entendiste? — nunca me distinguí por expresarme de la mejor manera, era un hijo de puta en realidad, pero este tipo de cosas me molestaba.

Suspiro y miro al botones con aires de egocentrismo, aquel hotel era uno de los más cotizados y caros de todo Rio de Janeiro, estaba compuesto principalmente por penthouses, algunos de dos pisos u otros de tres, había sido citada en uno. Camino con aquel contoneo de caderas que era un buen beneficio a los admiradores de sus impecables curvas, sus tacones creaban un pequeño “clap” en el suelo de mármol del lugar, subió al ascensor acompañada del botones mientras él se hacía cargo de tocar el botón correspondiente al piso donde ella se asentaría estos días, al parecer “El coronel” la quería para una semana o algo así, después hablaría con él. Se quito los lentes de sol que cubrían sus ojos azules, los coloco en su bolso Chanel y prosiguió a caminar por el largo pasillo hasta las grandes puertas, que por cierto eran dos. Pensó que era seguro que el espectacular Penthouse que la albergaría estaba allí. El botones se limito a recorrer su cuerpo con la mirada y luego a sacar unas llaves del bolsillo izquierdo de aquel horrible uniforme ¿Qué eran? ¿Limones con pies?

Sus labios se entreabrieron levemente y sonrió con emoción, aquel lugar era una maravilla, la vista, el diseño ¡Hasta su olor! Estaba constituido por tres pisos y el primero pudo notar que había una terraza, grande. Se había sacado la lotería, al parecer el tipo compro o alquilo, quien sabe, el último piso del hotel, completo para ambos. No sabía mucho sobre el aspecto físico de su comprador, solo que tenía 29 años y era llamado “El Coronel”. El botones se había retirado después de una mirada de reproche de su parte, al parecer el tipo se había enganchado después de subir sus maletas  a la habitación principal, subió y se coloco un lindo bikini. El día era hermoso y soleado así que se tomo el atrevimiento de estrenar aquella cálida piscina.

El agua estaba deliciosa de por sí y ella lo disfrutaba mucho–Esto sí que es vida…–susurró, se deshizo de la molesta parte de arriba de su bikini y nado con libertad total. Su tranquilidad se vio frustrada por algunos fortachones vestidos de negro ¿Pero qué…? Gracias a que ella se encontraba en el agua sus pechos no eran blanco fácil para su vista, miro con detención a Beah que entraba acompañada de un hombre y al parecer su amiga se retiro al tiro. Joder, ¿Ese era su comprador? Era jodidamente ardiente, alto, hombros anchos, músculos y ojos claros, aparte su cabello, era guapísimo. Pero todo se frustro al momento en que comenzó a ejercer ordenes ante ella, frunció el ceño y lo ignoro por completo –Bienvenido a Brasil–musitó con sarcasmo mientras recibía una camisa de uno de los fortachones, se la puso en la piscina y salió por la pequeña escalera repleta de azulejos, paso frente del tipo y sonrió –Esperó que tú estancia sea placentera–murmuro, obviamente había doble sentido en sus palabras, bloqueo los pensamientos de mandarlo al carajo y subió a la habitación.

El hábilmente enigmático CEO de Peterson & Co. muy conocido entre los narcotraficantes y líderes de los carteles latinoamericanos como el contacto en el supuestamente "libre de droga" Estados Unidos de America, estaba ahora en un viaje que lo había llevado a Brasil. Los motivos no eran demasiado conocidos y sin embargo, pese a eso, el hombre de 30 años tenía en claro que, fuese por las causas que fuese aquel viaje, simplemente se limitaría a disfrutar ampliamente. Tenía algunos rudimentos de portugués en su haber, sin embargo, tenía mucho mas conocimiento del español gracias a uno de sus mejores amigos, conocido por todos como "El Coronel". El castaño, apenas bajó del avión, se encargó de hacer algunas llamadas importantes desde su móvil descartable, en el cual tenía todos los números correspondientes a sus negocios sucios y el cual era imposible de triangular desde cualquier torre de localización y comunicaciones en el mundo. El muchacho era hábil para ocultarse, y por eso se valía de la tecnología y de sus mismos "amigotes" como para desaparecer del área de rastreo de cualquier departamento del gobierno.

Se subió a una limusina negra que le estaba esperando en el aeropuerto, con un chofer contratado especialmente para obedecer y mantener el secreto bajo amenaza de muerte. Meterse con Peterson por lo general no resultaba demasiado bien si eras alguien con poder, pues menos si se trataba de alguien sin poder, si se trataba de alguien común, básicamente Michael era como el emperador romano que decidía la muerte o la vida de sus gladiadores. Así funcionaba cuando tenías tanto poder. Y eso a Mike le encantaba, demasiado.

- Bienvenido a Rio de Janeiro -

Murmuró la consierge en un perfecto inglés al hombre aquel. Sonrió de medio lado mientras que cogía un vaso de caipiroska. Aquello le estaba gustando, sin duda. Llevaba una camisa de esas frescas y un pantalón soportable, te dabas perfecta cuenta de que el hombre aquel no estaba para hacer negocios. Realizó el check in en el hotel con un nombre falso, ya que como pagaba en efectivo, no tenía la necesidad de usar tarjetas ni nada parecido a eso. Preguntó por su contacto. Le dijeron donde se alojaba y por eso mismo, después de ordenar (o mas bien tirar sus maletas sobre la cama) sus cosas en la habitación que había reservado, se dirigió directo a la en la que estaba alojado aquel hombre.

Sonrió de medio lado cuando, con otra de las tarjetas, activó la cerradura. Se sirvió algo del minibar y se sentó a esperar la entrada de Nicolás, uno de los líderes del cartel colombiano y, se enorgullecía decir, uno de sus mejores amigos. Al escuchar la puerta abrirse sonrió de medio lado y se giró en la silla.

- Vaya, vaya, vaya... Coronel, no sabía que tendrías compañía cabrón. ¿Quien es esta preciosura?¿Tu noviecita? -

Su español era bastante limpio, aunque solía marcar mejor la "r" en sus palabras. Alzó la ceja al ver a la despampanante rubia que estaba con él, mientras que mantenía aquella sonrisa. Aquello era mejor de lo que había pensado. Una idea se le pasó por la mente, una idea fugaz y bastante llamativa. Esperaba poder cumplirla.

Posesivo, frio, calculador, tres cosas que me describian a la perfección y ver a la chica que iba a ser mía a la vista de todos los estúpidos brasileños que la estaba desando hizo que mi sangre comenzará a hervir, no sabía para donde voltear así que cuando dijo "Bienvenido a Brasil" no puede más que hacer que asentir con la cabeza para que no se diera a notar mi enojo. Saqué un cigarrillo ignorando casi por completo a la rubia, esperando que acatará mis ordenes y saliera para vestirse, pero creo que le dió igual...

La miré y antes de que pudiera constestar algo atrás de mi sonó un intento de español bastante forzado, me reí por aquello — Vaya, pero si es Mr. Peterson —  hacía bastante que no lo veía, en lo personal los gringos no eran de mi agrado pero en el caso de Michael era diferente, no entiendo en que momento nos volvimos tan unidos, pero tener una amistad asi de estrecha y agradable con este tipo de personas terminaba con mis prejucios por los grinos. Sonreí y luego me acerqué a el dandole la mano para luego abrazarlo — es un placer volver a verte mi viejo  amigo — palmeé su espalda. Lo había citado aquí por una sóla razón, presentarle a Barbara, ¿por qué? simple, yo podia estar atento las veinticuatro horas de la rubia que se enctraba frente a nosotros pero que tuviera a dos hombres con ella, para que le dieran su atención requerida era mejor. Esto yo lo había hablado con Beah, y antes de presentarme a Barbs, me dijo que este tipo de chica tan cotizadas merecían mucha atención y de todas de las de el cátalogo ella era la única que me había gustado.

La palabra novia me erizó la piel y en mi cara se formo una mueca de asco, porque pues bueno, la simple idea de estar atado a alguien me provocaba nauseas, y no porque fuera malo, si no por Michelle. Tragué saliva y después me acerque  a la piscina del hotel y sonreí — Mike, te presento a Barbara  — miré a la chica de arriba abajo, la cual se  encontraba mojada por haber estado no sé cuanto tiempo dentro del agua — no, no es mi novia, pero será nuestra dama de compañía — un sonrisa maliciosa cruzó por mi rostro, a decir verdad aún seguía molesto porque la chica se encontraba semi desnuda, y que viera o desearan lo que era -desde este momento- mío me molestaba, pero en este caso con Mike era diferfente, esto ya lo había discutido y cuando Beah me dijo que necesitaba atención de 24 horas por ser tan cotiazada fue cuando se me prendió el foco.